Cambiemos el chipset... (al menos por un instante)
Mazinger Z, de compras por la Gran Via madrileña...
domingo, 9 de diciembre de 2007
¡Puños Fuera!
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Triste quietud...
Leis llevaba varias horas levantado. El sol brillaba con rabia y una brisa fuerte cambiaba una y otra vez la imagen del árbol que aparecía frente a sus ojos. El cielo azul contrastaba con los amarillos, ocres, rojos y tiznes de verde que ofrecían las hojas de los árboles. No había una sola nube y aunque dentro de su estancia no hacía frío podía adivinarse la baja temperatura que llenaba el exterior. Era uno de esos pocos días donde había tiempo para el relax. Donde uno podía pararse a preguntar por la razón de ser. Uno de esos días en que sabes como estas en ese momento pero que no tienes la mínima idea de cómo acabará; quizás descubriendo la verdadera razón de la propia existencialidad o tal vez perdiendo los pocos sentidos que se pueden dar al vasto mundo que te rodea.
Leis dio un largo sorbo de lo que era su desayuno. Miraba el movimiento de las pocas hojas que aún quedaban sobre las ramas, No solo tornaba el color sino el ritmo, la música que parecía acompañar ese movimiento aleatorio. Tranquilo unas veces, salvaje instantes después.
Leis siempre había disfrutado mirando ese árbol. Casi le había visto crecer. Recordó en ese momento cuando apenas se veía desde donde se encontraba y como ahora rebasaba el hueco desde donde miraba incluso con insolencia, mostrando su fuerza y dejando claro que aún le quedaba mucho por hacer.
Leis se sentía seguro en su guarida. Desaparecía la vulnerabilidad que emergía al salir de ella. Por muy bueno que fuese un día no lo era del todo hasta que llegaba a su morada y era en ese preciso momento cuando realmente podía sentirse completamente a salvo del mundo. Era cuando parecía que todo se podía manejar. Todo era casi predecible desde allí o al menos era la sensación que daba, aunque en el fondo supiera que no era así.
Desde hacía unos meses, todo su mundo había emprendido un camino distinto al que había sido hasta ahora. A simple vista aún no había cambiado casi nada, el paisaje que le rodeaba era casi el mismo pero los caminos eran distintos. Hasta ahora lo había aceptado aunque si por él hubiese sido seguramente habría dejado todo como estaba incluso aunque antes se pudiera vislumbrar un peor final de etapa. Seguía sintiéndose ágil, fuerte con recursos pero sabía que los años no pasaban en balde. La vivacidad de otros tiempos había dejado huecos que ahora ocupaban la comodidad.
En esa nueva etapa en la que se encontraba, había días, momentos, instantes en que sabía que le deparaba esa nueva etapa y otros en que solo podía esperar y ver que ocurría.
Las hojas seguían cayendo del árbol.
Leis esperaba que algo sucediese, que un sonido, que un suceso, que algo cambiará ese momento. No se encontraba con fuerzas. Sentía que esto estaba fuera de sus manos, que él ya no podía hacer nada, tenía necesidad de una mano, de una palabra, de una llamada. Era mediodía pero todo seguía igual que cuando se había despertado. Todo era quietud, maldita quietud, triste quietud…
Leis se sentó sobre su cola...
-- Extracto de los pensamientos de "Leis”, un zorrillo gris, que vive en una cueva en el bosque de Clocaenog en Gales, unos días antes de la aplicación de la nueva ley sobre la prohibición de la caza del zorro en Gran Bretaña. --
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jueves, 6 de diciembre de 2007
La nueva campaña de publicidad
Él la esperaba. Como siempre ella se retrasaba. Él ya se había acostumbrado, incluso alguna vez aparecía varios minutos después de la hora fijada. En ocasiones daba un pequeño rodeo par tardar más y en otras simplemente se entretenía mirando escaparates. Sonó la puerta. Él se giro y la vio. Apareció con unas botas altas de cuero o al menos lo imitaban de color negro. Llevaba unas medias oscuras, bastante tupidas. Él se imagino que eran pantis. Por encima unos pantalones cortos con dobladillo con un cinturón negro de adorno. Una blusa gris marengo y una cazadora o chaqueta también oscura. En la mano un abrigo jaspeado de color gris y un bolso que le recordó, a la gata de angora que había visto ese mismo día en casa de un cliente.
Se dijeron hola y se besaron. Ella le puso la mejilla y él estampo sus labios. Nunca conseguía recordar que no la gustaba que la besaran nada más pintarse.
Él se pregunto por el precio de un pintalabios. Se miraron a los ojos.
-¿Donde vamos?- dijo él –¿hacia la derecha o hacia la izquierda?-. El pensó de nuevo en el pintalabios, ¿Cómo lo harán las actrices porno para realizar 234 felaciones seguidas y que precisamente no sea la pintura de labios lo que se corra?
-Vamos para arriba- dijo ella. Se cogieron de la mano. Entrelazaron sus dedos. Él inspiro para captar su olor. El perfume le excitaba en gran medida y ese en particular aún más.
Ella le pregunto por el día que había pasado. El contesto sin ganas y con pocas palabras. No había sido un buen día al menos hasta ese momento y no quería que cundiera el desanimo. Rápidamente, antes de que ella retomara la conversación, él paso al ataque y la pregunto.
Empezó por contar a que hora había llegado al trabajo, el caos de la gran ciudad, el autobús, el frío, la gente caminando como ovejas… Él volvió a recordar la gata que con ojos fríos le había mirado por la mañana, a la que incluso habían presentado. Ahora se la imaginaba colgada de su hombro. Ella seguía relatando su día, ahora hablaba de su jefa y compañeros. Volvió a inspirar para que su olor penetrase dentro de él y poder llenarse de ella.
-Por cierto, ¿Dónde vamos?- dijo él.
-Donde quieras- dijo ella.
-No he pensado nada- contesto.
-Yo tampoco-
-¿Y por que vamos para arriba?- dijo él de nuevo.
-No lo se, por tirar para algún sitio- contesto ella.
-Siempre estamos igual- dijo él con cierto tono.
-Es que siempre soy yo quien piensa los sitios- replico ella.
-Pues no será últimamente, estoy hasta las narices de estar dándole vueltas a la cabeza para decidir que hacemos y las últimas veces he sido yo el que ha tenido que decir algo para que luego encima digas que vaya mierda de tarde que hemos pasado.
-Quizás es que no teníamos que pasar mas tardes juntos- Dijo ella, subiendo en gran medida la voz y separando las manos.
-Y es en este momento donde aparece sobreimpresa nuestra revista, hasta ocupar casi toda la pantalla junto a una voz en off que diga… “Con Guía del ocio esto no habría pasado. Guía del ocio, tu consejero de pareja por solo un euro a la semana”- dijo Richard al grupo responsable de la campaña de publicidad para la nueva temporada de la revista.
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